18 julio, 2007

Oh, Cecille

Caminó despacio tras dejar atrás su portería y cruzó el parque, sabiendo que arrastraría consigo las miradas del grupo de adolescentes. Uno de los chicos, que estaba sentado sobre el respaldo del banco de madera, comentó a sus tres o cuatro amigos lo guapa que estaba aquella tarde con aquella falda tejana tan corta que resaltaba sus esbeltas piernas. Era un chico extremadamente romántico, enamorado tanto de la belleza aparente como de la interna. Otro comentó en tono burlón lo mucho que resaltaba esa camiseta naranja sin mangas sus turgentes pechos, lo que provocó la risa de todos.

Le asomaba una tímida sonrisa, que supo disimular, mientras imaginaba esa situación, y le halagaba saber que si no habían dicho eso, al menos habría sido una conversación similar. Por supuesto, era suficientemente madura como para no avergonzarse de esos pensamientos, tenía claro que era una chica muy atractiva... e imaginativa.

Había sido un buen día. Su abuelo había salido por la mañana del hospital y cuando lo visitó quedó totalmente tranquilizada al ver lo sano que parecía. Al llegar a casa había recibido la llamada de una gran amiga comunicándole que en menos de dos meses volvería a casa después de año y pico viviendo en el extranjero. Y para redondear el día, acababa de consultar en la web de su universidad la última nota que le quedaba por saber y contra todo pronóstico había aprobado. Se arregló y salió a dar uno de sus paseos sin destino.

La parada quedaba cerca de su portería y aún así no se dio prisa por coger el autobús que acababa de parar. Llegó justo cuando éste marchaba, sonrió, se encogió de hombros y se sentó en un banco detrás de la parada. Un anciano se le acercó y preguntó si sabía el tiempo que restaba para la llegada del siguiente autobús (pensó que era evidente que no, él la había visto llegar, igual que ella le había visto a él esperar detrás de la parada). Se levantó, observó unos segundos el panel de llegadas y respondió amablemente al hombre. Le pareció un viejecito simpático, pero evitó el impulso de comenzar una conversación al recordar la charla que le había soltado su mejor amigo la noche pasada. Opinaba que era demasiado extrovertida. Era bueno ser sociable, pero otra cosa era entablar conversación con cualquier desconocido que le emitiese “buenas vibraciones”. Según él, algún día conocería al desconocido o desconocida equivocados y se llevaría un disgusto. Sabía que en parte tenía razón, pero el impacto de ver a su sátiro amigo esforzándose por parecer serio restó importancia a sus palabras y le provocó una escandalosa carcajada que atrajo las miradas de las mesas de al lado.

Cogió su libro preferido, lleno de apuntes a lápiz y con las esquinas algo redondeadas por efecto del roce en el interior del bolso. Lo abrió al azar, pero una vez hecho esto y después de haber echado un vistazo al número de la página, dobló levemente la parte final del libro, que quedaba en su mano derecha, y dejó que el pulgar de la misma mano se deslizase maquinalmente dejando pasar las hojas hasta llegar a la número 307. Lo abrió un poco más y comenzó a leer:

“ -¡Hola, estimadísimo! Ya le tenemos a usted aquí..., en nuestro terreno...- “

-Aquí lo tenemos- dijo el anciano interrumpiendo su breve lectura.

Levantó la vista y dio las gracias al hombre, que se apresuró hacia las puertas. Vaciló un par de segundos, vio que no iba muy lleno, cerró el libro y subió al automóvil. Se dirigió a su asiento preferido, pero estaba ocupado por un chico aparentemente de su misma edad. Se acercó y casi se conmovió al ver la mirada del joven, perdida más allá del cristal del autobús.

-“Es tristeza... o está recordando algún acontecimiento vivido intensamente... o simplemente simula su mejor cara de chico misterioso.”- Dejó de mirarle por si le devolvía la mirada. Se sentó y se giró de repente hacia él.

-¿Perdona?-

-Perdona- dijo mirándola fugazmente a los ojos, quitándose el casco izquierdo de su reproductor de mp3 del oído. Cogió el libro que había dejado en el asiento ahora ocupado por ella, se giró y volvió a mirar a ningún sitio.

-Ese es mi libro preferido- dijo ella.

Levantó la mano izquierda, con la que sujetaba el suyo.

-También el mío- sonrió, y volvió a girarse mientras subía el volumen.

-Cecille...- siguió evitando los consejos de su amigo.

-Emm... sí, es muy triste. Pero bonita- respondió él.

-Vaya. ¿Gracias?-

-De nada, supongo. Pero... ¿Por qué?-

-Por lo de bonita- sonrió, -Aunque no creo que sea un nombre triste-

Se sacó el casco otra vez y lo limpió disimuladamente con el pulgar mientras lo acercaba al oído de la chica.

-¡Ohh...! Es muy triste...-

-Pero bonita- paró el reproductor.

La joven sintió como cierto calor se extendía por su estómago y de repente también por su rostro.

-Te referías a la canción. No te había entendido.- trató de guardar la compostura y volvió a sonreír -Me llamo Cecille-

-Cecille, my love. Así se llama la canción-

-Qué vergüenza...-

-Ya veo, ya. Tranquila, no nos hemos entendido. Encantado-

-Igualmente...-

-Daniel-

-¿Has acabado de leer el libro?- se interesó ella.

-Faltan diez páginas, pero no es la primera vez que lo leo-

Cecille guardó su libro y miró al exterior.

-Has borrado esa expresión melancólica-

-De culpabilidad, más bien. Y va incrementando...- susurró para sí Daniel.

-¿Sentimiento de culpabilidad cada vez mayor?- Sonrió con picardía –El aumento del sentimiento de culpabilidad aparece en lugar de una exigencia erótica no satisfecha- Rió con una amplia sonrisa que permitió al chico ver su casi perfecta dentadura.

-Tienes el colmillo superior izquierdo algo roto...-

-Muy... observador... pero con poco tacto-

-¿Eres psicóloga?-

-¿Por esa pequeña descripción?-

-Por lo de Freud-

-De hecho, si no me despisto el año que viene lo seré-

-Me alegro por ti-

-¿A qué te dedicas? ¿Estudias?-

-Eres muy sociable, ¿verdad? Y curiosa...- dijo él, tratando de cambiar de tema.

-Eso dicen, gracias. ¿Entonces?-

-... Yo no suelo serlo... ¿Te gusta el Verano?-

-Me encanta, me transmite mucha energía positiva. Trato de estar las máximas horas posibles bajo el Sol. Por tu cara puedo imaginar que no tienes mucha amistad con él-

-No mucha... prefiero a la Luna. Hoy será Luna Llena- esperó un instante para obtener una respuesta y añadió –tengo las fechas de Luna Llena señaladas en un calendario-

-No eres muy sociable, pero te estás esforzando- le hizo un guiño -Es buena señal-

Sabía que para una persona tímida los silencios son incómodos, así que volvió a hablar.

-Podría tratar de analizarte-

-Es posible que te equivocases. O que te mintiese. Siempre me ha gustado la gente sincera, pero yo he mentido demasiadas veces. He mantenido las mentiras tratando de creérmelas yo mismo, pero supongo que no es cierto eso que dicen-

-¿Qué dicen?-

-Empiezas a hablar como una psicoanalista. Que cuando mantienes una mentira durante mucho tiempo acabas creyéndotela. No es cierto-

-Es cierto, en algunos casos-

-En este caso no. Prefiero que sea así, de esta manera tengo claro que soy un mentiroso-

-A mí no me has mentido-

-No. Con un poco de suerte puede que no lo haga-

-¿Tienes novia?-

-Estoy casado, tengo un hijo de 11 meses-

-¿En serio?- Se lo quedó mirando fijamente, con los ojos abiertos de par en par, con una expresión algo forzada.

-Te he avisado, no aguanto mucho sin mentir- Ella comenzó a reír -Era broma. No, no tengo novia. ¿Tú? ¿Tienes novio?-

-No tengo- añadió la chica mientras seguía riendo.

-No eres de por aquí, ¿no? Esa broma era muy típica-

-Mis padres son de Inglaterra, yo he vivido aquí toda mi vida. Me hace gracia ver a alguien serio haciendo una broma tan típica, de la misma manera que me hace gracia ver a alguien gracioso ponerse serio-

-Vaya, ¿alguien serio no puede ser gracioso? Además, yo no soy serio-

-Lo pareces. Me está costando captar tu forma de ser- Entrecerró los ojos tratando de observar el mínimo cambio en el impasible rostro del joven.

-¿Intentas analizarme? Podría matarte por ello –dijo mientras sonreía. -No, por favor, para de reírte, eso sí que era demasiado típico. Además, el conductor no podrá escuchar las bocinas o sirenas de otros coches- él seguía sonriendo, pero esta vez no forzó los labios y dejó ver su dentadura.

Cecille fue dejando de reír poco a poco y fijó su mirada en la boca de él.

-¿Te molesta mi risa? Sé que es muy escandalosa-

-Me encanta. Pareces muy alegre-

-Tienes el colmillo superior derecho algo roto.- dijo ella. -Y has utilizado aparatos correctores hasta hace poco- sonrió maliciosamente.

-Muy bien señorita observadora. Me has pillado. ¿Dónde bajas?-

-No sé, ya veré. ¿Tú?-

-¿Tienes pensado acosarme? ...gracias por no reír- fue él quien comenzó a reír.

-¡Oooh! ¡Me gusta tu risa! Espero volver a escucharla-

-No vas a ruborizarme. Soy tímido, pero no tanto- sus pálidas mejillas no se alteraron.

-No era mi intención, solo era una observación-

-Voy a la estación de tren-

-¡Poco equipaje! Reproductor de mp3 y tu libro. A veces supongo que no hace falta más. Queda poco para llegar, creo que también bajaré allí- Abrió el bolso y sacó una cámara fotográfica digital -Hoy toca fotos en blanco y negro de la estación y alrededores-

-Me gustan las fotografías en blanco y negro de estaciones de tren. Pueden llegar a parecer tristes, pero bonitas, como la canción. Deberías escucharla entera, eres la primera Cecille que conozco. Puedo dejar pasar un par de trenes-

Bajaron frente a la estación. Ella pasó con su tarjeta, él compró un billete más caro. Cruzaron bajo las vías, por el túnel, y se sentaron en un banco del andén, situado de cara al mar. Escucharon la canción varias veces y ella se levantó. Hizo una fotografía a las vías del tren, con los edificios recién construidos y varias fábricas algo derruidas más lejos. Se la mostró a él y comenzó a hacer otras similares en una actitud jovial y divertida. Lo estaba pasando bien y se lo comentaría a su mejor amigo al llamarle por teléfono aquella noche.

Cuando pareció cansarse, se volvió y le hizo un retrato mientras mostraba de nuevo aquella mirada perdida, esta vez en dirección al mar. Le colocó la cámara delante, mostrándole la foto.

-¿De nuevo esa exigencia erótica no satisfecha?-

Él sonrió, esforzándose inconscientemente por no mostrar su dentadura.

-No quiero volver a ver esa expresión, ¿de acuerdo?- le dijo la chica mientras volvía a mostrar su sonrisa más amplia. -La canción...-

-No volverás a verla- apoyó la mano derecha en su hombro desnudo, apreciando por primera vez la belleza del cuerpo de la joven. Le colocó el casco izquierdo y se colocó él el otro.

Escucharon la canción, observando el horizonte, después siguieron con otros grupos de fondo mientras leían o simplemente ojeaban sus respectivos libros.

-Tenías razón, está Llena- señalaba al cielo, que comenzaba a oscurecer.

-No me había dado cuenta, ha pasado mucho rato- miró su muñeca, recordando entonces que hacía un tiempo que no llevaba reloj. -Nunca he sabido si estas situaciones son buenas o malas. El hecho de que el tiempo pase sin que nos demos cuenta es buena señal, ¿no? significa que se nos ha hecho ameno, al menos a mí- la miró por primera vez en horas, sus ojos brillaban gracias a la luz de la Luna. Quedó perplejo al sorprenderse observándola como observaba normalmente al satélite, recorrió muy despacio su rostro y llegó a su boca. Su sonrisa por fin era perfecta. Reprimió un escalofrío que trataba de cruzar de un hombro a otro pasando por la nuca. -Debe de ser tarde, sería mejor que volvieses, si es que tienes prisa. Yo estoy genial, me gusta el aire fresco de las noches de Verano, y el cielo está despejado, se pueden ver bastantes estrellas. Aunque fuera de ciudad se ven más. Eso ya lo sabrás, supongo- suspiró y añadió -No voy a retenerte más, tranquila-

-Es bueno-

-¿Qué?-

-Es buena señal. No me he dado cuenta de que ha pasado tanto rato. Pero debo volver-

Se levantaron del banco, pero él volvió a sentarse e hizo un gesto para que ella volviese a tomar asiento.

-Una última vez, por favor-

Después de escucharla, se levantaron, ella le dio su número de móvil y después de apuntarlo en un papel, él le dio el suyo, que apuntó ella directamente en el móvil. La abrazó y le hizo prometer que escucharía de nuevo la canción.

Cuando subió al tren, puso la repetición automática en el reproductor y se quedó mirando al mar. Su mirada mostraba mayor culpabilidad que en el autobús. Sacó el libro, lo abrió y vio apuntes a lápiz que él no había hecho.

-“Vaya. No debería leer mi libro”- pensó.

Bajó del tren y caminó por la costa, después subió por una colina. Cruzó por el bosque, sonriendo ampliamente mientras recordaba a Cecille. Se tumbó durante varias horas observando el cielo, escuchando el ruido de las olas al romper en el acantilado en el momento en que acababa la canción y volvía a empezar. Leyó las últimas diez páginas del libro y, sin detener la canción, lo dejó sobre la tierra, se levantó y mirando la Luna, saltó.

Escuchando:

8 comentarios:

Belifares dijo...

Lo siento por los que ya lo habíais leído, pero me apetecía añadirlo al lugar. Tanto por la fotografía que me ofrecía el texto, como por el texto en sí, que incluye, como todas las entradas, fragmentos ocultos (o más visibles) de mi personalidad o forma de ver el mundo. Ahora no penséis que soy un suicida en potencia...
En breve (cuando consiga tiempo para la siguiente foto), otro texto sobre la misma historia, que escribí, junto con este, hace ya un tiempecillo.

Davife dijo...

Eres un suicida en potencia. XD

Alejandro Duque dijo...

Definitivamente, acabaré con tu vida, si tu no lo haces antes, como continues escribiendo medianamente bien. Estás avisado

Belifares dijo...

¡Ala, ala! ¿Pero la foto mola o no? jua
Hummm... Creo que se me daría bien todo lo socialmente incorrecto. Bueno, casi todo

Anónimo dijo...

Tú terminas con nuestra vida, o nosotros con la tuya?...mmm, mientras lo pienso, vuelvo a leerlo, y aunque ya lo habia leido antes( en algún rincón de tu mundo) no me canso de hacerlo..cada palabra significa algo, y la imagen...
Solo se que un dia será un recuerdo en blanco y negro..


Sin que me de cuenta entro desde el otro lado de mi corazón hasta el tuyo..
llamo a la puerta, golpeo con fuerza, nadie me escucha..
entonces grito...todas las palomas alzan el vuelo con el sonido estridente de tu nombre hecho añicos entre el viento a golpe de coraje...
No hay respuesta...solo un retazo de tristeza..
Entonces, reto a mi alma, a duelo con mi razón..fijamos el dia y la hora..nos enseñamos los dientes...pasa el tiempo y no acude..maldita descarada falsa embustera!!!

Ahora,creo que volveré a caer en la cuenta de que solo yo estoy conmigo..y que todo pasa como el invierno, ese invierno que lleno de palabras en las hojas de una servilleta de papel marcado con el nombre de algún lugar, el que me resguarda de ese frio..entre mis dedos un café humeante y amargo..que vuelvo y volveré a beber en lucha con mi vacio..

moira

Andy dijo...

La foto es muy bonita y la historia tb, aunque sea triste :/

Sigue escribiendo tan bien!

Mngt

Unknown dijo...

Ya había leído esta historia antes, aunque no recuerdo cuando. La verdad es que es una historia muy bonita, pero como dice Andrea, demasiado triste.

MOIRA dijo...

Algunas veces se escapan trocitos de sueños..
Los recojo, y no se que hacer con ellos...
Así que decidi ponerlos en algún lugar..